17 septiembre 2011

Chile por qué lloras

Entre el cielo y la tierra - FAG
El cambiar de espacio, de perfumes, de personas y ruidosos pasajes, me lleva a escribir estas letras.

Lejos de lo que hoy siento como “mi tierra”, lejos de las personas que dan color y vida a los sucesos que se tornan recuerdos que poblan la mente en los espacios muertos de un día cualquiera, desde aquí, desde un espacio sin tiempo, donde no considero ni las asperezas ni los engaños, y donde lo que pareció un error hoy se convierte en la fortuna de un instante que tuvo que pasar, quiero expresar un relato donde anida la emoción.

Miro a la distancia a un Chile con aires y vientos que encumbran volantines de pensamiento y fuerza, veo a seres jóvenes alejados del temor y tomados de la acción y de  las ganas de un mundo mejor, de un espacio que brinde fortuna para los que vienen. Veo la brecha entre una generación que se fue a dormir después de 30 años de un “mute” obligadamente activado en contraposición con otra que grita como vendedor ambulante lo que cree justo.

También entreveo por estos días la pena del despertad. A veces se despierta contento por la mañana y otras con la sensación de querer que la realidad sea el sueño. 

En los últimos días las lágrimas que han llenado las calles de pétalos rojos y blancos en Chile dejan al descubierto cuánto estamos conteniendo o dejando de expresar lo que ya no nos gusta. No es tan solo un tema de deudas o escasez de dinero, sino de todo lo que se relaciona con lo que imaginamos en pasaría y lo que sucedió.

Hace algunos años éramos niños que reíamos sin pudores y jugábamos a las escondidas como si fuera una de las mayores travesuras, una inocencia que nos mantenía en un estado esperanzador de lo que la vida parecía prometernos.

Los niños son bellos, nosotros fuimos niños y también bellos en el sentido más puro del ser persona, ¿qué quedó de aquello?

Hoy vemos como un país o la gran comunidad de personas que integra nuestro Chile llora a un hombre y personaje público que ya no estará con nosotros, aunque no lo podamos creer.

Hoy me pregunto cuánta de esa pena botada en las calles, en las redes sociales, en las conversaciones en línea, son una señal y signo de lo que tenemos adentro guardado por años, ya sea porque nuestros padres no fueron lo que esperamos o porque deseábamos mucho de nuestro futuro y tan solo nos quedamos detrás de un mostrador ofreciendo pilas Evereaedy  o bebiendo solos en un bar porque ya nadie se ofrece a acompañarnos ni compartir esa fiesta que en el fondo revela lo solitarios que estamos.

No esperemos que llueva afuera para acoplarnos al agua que cae y cae o sumarnos a la muerte de alguien emblemático, no es necesario esperar esas instancias para decirle al mundo lo complejo que ha sido este largo andar o de las frustraciones que por nosotros no han sido resueltas.

Estando lejos muchas veces te dicen “te extraño” y piensas qué fácil hubiera sido una llamada o una visita cuando se estaba presente. Por qué nos damos cuenta tarde de lo que debiéramos hacer en un presente que dejó de serlo.

Es que no hay tiempo que perder, ni horizontes lejanos que vislumbrar, pues todas las cosas están aquí como el aire, como el día que se nos revela al despejarse o el acto tan material de abrir los ojos al despertar todos los días, para que esperar  y esperar, para que mentirnos o lamentarnos si queremos dejar de llorar como niños perdidos en un centro comercial.

Mejor vivir la nostalgia y la pena no tan solo con el colectivo. Desde mañana quiero vivir en la sinceridad y reconocer mis incapacidades. Construir desde lo nuevo y lo improvisado…como dice una bella canción “mirar la vida con los ojos nuevos”. 

1 comentario:

  1. Gracias Francisca

    CAsi nunca vemos lo que tenemos
    Ni siquiera lo tenemos
    Ni siquiera lo vemos

    Estamos tan apurados..y "creemos" sin tiempo
    Saludos
    Gustavo Jimenez Lagos

    ResponderEliminar