“El día del fin del mundo será limpio y ordenado como el cuaderno del mejor alumno”
Jorge Teillier
A la izquierda átomos - A la derecha el centro de la Vía Láctea |
Comienzo señalando que
este artículo sin trascendencia alguna habla del Fin del Mundo ¿Y por qué sin
trascendencia? Las siguientes cifras de resultados en Google en torno al tema
lo confirman:
1.920.000.000 Inglés (0.38 segundos)
64.300.000 Chino (0.28 segundos)
56.900.000 Árabe (0,43 segundos)
22.800.000 Español (0.21 segundos)
11.900.000 Francés (0.40 segundos)
Más de dos billones de resultados
sobre el “Fin del Mundo” encontrados en Google pueden decir muchas cosas. Posiblemente
el asunto sea vivir presos del temor forever o ayudar hacer millones y
millonarios a quienes vieron del miedo humano un buen negocio o quizás la
interpretación del calendario Maya sea cierta y esto se acabe en 5, 4, 3, 2,
1…0 y ¡BOOMMMMMMM!
La pregunta es ¿y qué es
lo que se acaba?
Cuando investigamos sobre
la naturaleza de todo lo que nos rodea y somos, descubrimos que lo vivo y lo
que no parece, está conformado de partículas subatómicas como neutrones, protones,
electrones y billonésimas de Xtrones en agitación total.
¿Podríamos imaginar entonces
que todo lo existente es una comunidad o integración (o quizás qué) de átomos suspendidos
en el Universo bajo el nombre de gato, mesa, pelota, aire o ser
humano, etc.? ¿Qué somos en realidad?
Todo está hecho de átomos,
tanto lo vivo como lo muerto, todo lo que integra la dimensión que habitamos
está vibrando. Si ajustamos la lupa veremos que entre una partícula subatómica
y otra no hay “nada”. Es decir, somos un cúmulo de burbujas danzando en la nada
con forma de gato, pelota, aire o ser humano. Por lo tanto, cuál es nuestra
preocupación si todo acaba.
Hoy estamos más que nunca
enfocados en el mundo material, en lo que creemos ver, en lo que filtra nuestra
conformación total hecha de poros, axones y neuronas que van ingresando información
para luego recrear una realidad mental y post material.
Centrados en nuestro ser
“individual” todo lo que nos importa es NO
SUFRIR, todo lo que queremos es no llorar, queremos que aquello que nos
parece propio siga estando ahí ¿Es el materialismo digerido como verdad, el
control y el sentido de propiedad el
fondo de esta preocupación por el FIN DEL MUNDO?
Si realmente fuera
cierto, ¿estaríamos festinando con el tema? Hay personas que confiesan que una
de las mejoras cosas que nos podría pasar es un suceso fuera de proporciones
que nos cambiara como humanos de una vez por todas en pro de un mundo mejor.
Retomando la idea de
nuestra conformación atómica, es cierto que todo pequeño o gran cambio modifica(rá)
constantemente la danza de partículas que constituyen el todo, por lo tanto el gato, la mesa, la pelota, el aire y el ser
humano, seguirán estando después del fin del mundo, pero no como los concebimos.
En pocas palabras, la impermanencia es la verdadera constante y el “Fin” una
concepción occidental en retirada.
Ahora si ampliamos la
idea y damos cabida a la existencia del espíritu en cada uno de nosotros, luego
del FIN DEL MUNDO, podremos seguir
“vivos” bajo otro estado y en otra dimensión. Si hay espíritu y si él es
el factor común de lo vivo, quiere decir que en esa otra dimensión los
privilegios y deferencia ya no existirán, ni menos la muerte ¿Por qué entonces
tendríamos miedo?
Para terminar y como una
muestra de la soberbia humana, desde que el ser humano aparece como tal, como
especie, poca conciencia tuvo para comprender o imaginar que estaba dentro de
un “Universo” de grandes dimensiones en relación a él.
Es por ello que uno de
las revelaciones que cambian la vida “individual” y por consiguiente, la
“comunitaria”, es descubrirnos y vernos genuinamente como diminutas “partes”
del todo, entidades atómicas de ese todo, seres con corazón que jamás lograrán
controlar y detener la impermanencia de la dimensión que habitamos.
Nuestra relación con lo
pequeño siempre es equívoca, sin embargo si soltamos las amarras de nuestra
concepción sobre el “ser” de lo vivo, estaremos a milímetros del estado que
ofrece la libertad, es más, daríamos un brinco sobrepasando el sentir individual
hasta acallar las voces de la mente y unirnos con la totalidad que habitamos.
Por lo tanto si el Fin
del Mundo fuera una oportunidad de unión con el todo y de paso, una explicación
simple sobre el devenir humano lleno de insatisfacciones y de “malestar” en
contraposición al “bienestar”, creo
entonces que deberíamos cambiar su nombre por “Comienzo del Mundo” y ver el
21.12.12 como una puerta abierta hacia la transformación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario