¿Qué es el tiempo? Será
un estado mental y de percepción que nos ubica en este espacio. Quién puede
saber cuál es la respuesta correcta, por mi parte creo que nos hace transitar
en un espacio sin límites, sin fronteras, como un carril que tomamos para
viajar por donde sea posible.
Por años y en mi
condición de mujer latinoamericana, de procedencia matriarcal con fuertes
tintes de machismo, me propuse desde la imaginación soñar con una vida donde
fuera feliz sin tiempo. Cansada de ver un producto industrializado de mujer
insatisfecha, sufrida, culposa, centrada en el anti-placer y la frustración, me
pregunté: ¿Y si probara otra forma de vivir la vida, sin considerar fronteras
temporales ni propuestas externas de lo que debe ser una vida femenina?
Como leona enjaulada en
un país que jamás sentí propio, me lancé al vacío. Partí a otro país donde no
me conocieran y de paso intentar un estilo de vida nuevo. Sin hijos, ni casa,
ni compromisos. Unos 33 años y algunos dólares en el bolsillo me confirmaban
que nada me podría detener esta vez, solo necesitaba un par de alas para poder
planear y conocer el mundo en su blancura de cuaderno nuevo.
Cuando estás en el acto
del viajar surgen preguntas que ya te cansaste de responder como quien se
defiende en un cuadrilátero de box por la opción tomada, sin embargo esta vez era
distinto, ya que estaba dispuesta a llegar al fondo del inconsciente, donde una contestación
sincera cesará la natural acción de defensa para devolverte la calma que ofrece
el “ser nosotras mismas”.
En el nuevo país las
preguntas no se hicieron esperar, la curiosidad es humana y espontánea. Pronto
cayeron como cascada: ¿es casada?, ¿tiene hijos?, ¿qué edad tiene?, ¿anda
sola?, ¿por qué trabaja en esto si podría ganar dinero? Y lo cierto es que en
un instante de debilidad crees que le debes algo a la sociedad, quizás actuar
como supuestamente “debe ser” y acto seguido, transformarte en una queja humana
producto de una vida alejada del llamado interior.
Y estando en ese dilema,
una revelación proveniente de algún lugar del universo me mostró que el tiempo
y los límites son creados por la mente, lo cultural y los que gustan del poder
social. En ese devenir las almas se van desperdigando por el camino sin
comprender la razón de su existencia, sólo saben que respiran y que algún día
lo dejarán de hacer, pero no saben que son libres, ¡libres! Las calles están pobladas
de mentes y miradas perdidas que se han convencido de no tener alternativa.
Al saber que era libre,
se encendió en mi interior una flama que de un solo impulso me dejó en otra
galaxia, ¡ja! Decidí hacer de mi vida lo que siempre había soñado, sin dudas,
sin miedos, sin tiempo ni límites, tomé la intuición como brújula, el amor como
la emoción balsámica para cada día y emprendí el vuelo.
Casualmente las preguntas
rutinarias desaparecieron, la tensión del ceño se borró y mi “ser mujer”
despertó violentamente con ganas de beberse el mundo, como la sed de un niño al
nacer o el hambre de un monje por el espíritu, así comencé a vivir, a vivir
full metal rock, no por mandato sino como respuesta a la libertad de vivir sin
tiempos sociales ni límites mentales.
Ser madre tiene límites
dicen, claro tenemos fecha de vencimiento, pero los niños no tan solo deben ser
propios, pues el mundo está lleno de niños rechazados y olvidados, por lo tanto
los límites no existen para ser madre, es más, amar a un niño no tiene límites.
Encontrar o no con quien compartir la vida es cosa de paciencia, de abrir el
pecho, de saber que la vida se teje desde el ensayo y el error. Y evoco el acto
del riesgo, del salto al vacío, de vivir sin miedo, de olvidar las garantías,
porque eso es justamente lo que no hay.
Sean libres mujeres, no
esperen un hecho fantástico que las lleve a la euforia de quien busca una felicidad
fugaz y cinematográfica, vivan con realidad, con plena convicción sobre lo que
les dice su interior, sigan el camino amarillo, corran por él, hagan de sus
vidas una historia preciosa que sane al mundo, el tuyo y el de otros, con
honestidad, con agradecimiento, porque lo cierto es que después de dicha
revelación, confirmé que la vida es un milagro a cada instante, que no es juego
sino algo que aparece para iluminar y animarlo todo, desde ese estado de movimiento
la admiro como quien ve la repentina aparición de un colibrí ecuatoriano.
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