12 agosto 2011

LiVia, una mujer del mundo

Livia Salazar, de Salinas de Guaranda

Hace algunos días tuve la suerte de conocer Salinas de Guaranda, una comunidad ubicada en la sierra ecuatoriana a 3550 metros de altura. Se caracteriza por practicar la economía solidaria y el comercio justo. Su población la integran en su mayoría kichwas y mestizos, además de voluntarios y los necesarios turistas.

Cuando llegué al lugar, eran cerca de las 11 de la mañana de un domingo cualquiera, la misa ya terminaba. Junto a una pareja de amigos recorrimos el pueblo, cada paso era una inversión para nuestros pulmones, pues la altura comenzaba a mostrar sus efectos por la falta de oxígeno, nos costaba respirar y el corazón se alborotaba como colibrí.

Mientras caminábamos por las pequeñas calles, muchas de ellas angostas, aparecía la belleza de Salinas. El paisaje parecía una composición de bizcochos verdes  producto de la actividad agrícola y el pastoreo. El cielo era intensamente celeste y limpio. El aire parecía abrirse para nosotros, mientras los ojos no alcanzaban a abarcar una gran pieza de roca llamada El Calvario. En fin, sentíamos estar en un cuento de niños, la diferencia es que esto era real.

Consultamos si había algún lugar para dormir, nos señalan que a dos calles de la plaza. Al llegar, había un letrero que decía “Hospedería Funorsal”, subimos las escaleras y allí nos encontramos con una mujer que limpiaba el único hostal ubicado en el centro de Salinas, ella con una voz al borde del llanto nos pregunta qué buscamos.

Así comienza esta historia. La mujer era Livia Salazar, de 42 años, de contextura delgada y sonrisa amplia. Su vida es realmente un ejemplo a seguir. Hace ya algún tiempo terminó una carrera universitaria, después de mucho esfuerzo y falta de comprensión.

En el presente es la gerenta de Texsal, un emprendimiento comunitario integrado por 82 mujeres que producen tejidos artesanales de alta calidad.  Escuchar a Livia me llama la atención. Ella posee una gran visión sobre lo que desea y lo que necesita o tendría que sucederle a su pueblo. Esta mujer es perseverante y a la vez de aspecto noble, su tema es la sencillez y el sacar adelante a las mujeres de Texsal. Si hay una palabra que no practica es la resignación.


Livia en un día…
Livia al igual que muchas mujeres de Salinas, se levanta todos los días a las 4:30 de la madrugada a ordeñar las vacas junto a su marido, sin importar las bajas temperaturas. Después retorna a su casa, sirve el desayuno a sus tres hijos, dos varones y una pequeña niña, asea el hogar y luego, a las 8 de la mañana se dirige a su trabajo remunerado. Cuando ya es mediodía, vuelve a su casa a terminar el almuerzo y  posteriormente regresa a su trabajo donde realiza la contabilidad e informes para un proyecto que se adjudicaron como Texsal.

Cuando era niña, sobresalía por sus buenas calificaciones, siempre fue una de las mejores alumnas. Al terminar el sexto grado en la escuela, su padre decidió que tenía que dedicarse a las labores del campo, pues la situación era muy modesta y había que darles oportunidad a sus hermanos. Lamentablemente ella sí quería estudiar, pero en esos tiempos no existía la posibilidad de decidir por uno mismo.

Después su padre la envío a estudiar corte y confección a Guaranda, la ciudad más próxima de Salinas. Ella confiesa que no le gustaba para nada y que después de unos meses lo dejó.

A primera vista Livia parece tímida, debe ser por su voz temblorosa,  sin embargo y para alegría de todos, tiene gran claridad sobre lo que desea para ella, para las mujeres de la Texsal y para su comunidad; está conciente que es urgente trabajar en la planificación familiar, ya que hasta hoy las mujeres de su comunidad tienen en promedio seis hijos. También sabe que la educación es una herramienta que permite salir de la pobreza y a la vez, ampliar el mundo de posibilidades.

Ella es una mujer del campo que se permite soñar. Cuando tenía 18 años ingresó a trabajar a la hilandería de Salinas como secretaria, el objetivo era reunir el dinero suficiente para completar sus estudios en Guaranda, pues en esos años Salinas no contaba con un colegio para los que ya habían completado el sexto grado.

Después de un año de trabajo se fue a Guaranda a estudiar, pero los problemas económicos volvieron a detener su propósito. Livia dice que nunca entendió la pobreza en la que vivió cuando niña, hecho que la impulsó a seguir adelante. Pronto y gracias a las gestiones de la Iglesia Salesiana y del padre Antonio Polo, hacedores del progreso en la comunidad durante los últimos 40 años, se abrió el colegio en Salinas.

Para Livia terminar el colegio fue un gran paso, un deseo cumplido  y el cierre de un ciclo, sin imaginar lo que le deparaba el futuro.

Un día sorpresivamente tuvo la posibilidad de realizar un preuniversitario. En ese tiempo ya estaba casada y con hijos. En primera instancia su marido se opuso, pero Livia siguió firme hasta terminarlo con éxito.

Ella confiesa que no le gusta ser “vaga” o como diríamos en Chile “floja”. Le gusta luchar por lo que quiere. Así fue como le ofrecieron una beca para estudiar a distancia en la Universidad Politécnica Salesiana la carrera de Gestión para el Desarrollo Local Sostenible. Eso era un imposible en aquel momento, sobretodo por sus labores en el campo, la mantención de su casa, sus hijos y el trabajo en la hilandería, sin olvidar la carga del machismo, que por estos lados es una institucionalidad.

Sabía que estudiar le significaría tiempo, dedicación y viajar cada dos meses a Quito para estar en las clases presenciales. Ello implicaba costos económicos, buscar a alguien que cuidara de sus hijos y cambiar horas de sueño por estudio. Livia dice “me levantaba todos los días a las 3 de la madrugada a estudiar unas dos horas. Fue difícil, no se cómo lo hice, pero sin darme cuenta ya estaba en el cuarto grado”.

Ella plantea que cada vez que se ha enfrentado a un “no”, su forma de responder a ello ha sido desde la tenacidad. Incluso para Livia la sílaba “no” significa desafió, es poner a prueba su capacidad y voluntad de ser lo que desea.

Hoy Livia con 42 años posee una carrera universitaria, una familia que entendió sus aspiraciones y un puesto en la Texsal, trabajo que le permite estar más cerca del mundo de muchas mujeres que aún no se atreven a conversar de sus dolores o alegrías, menos de sus sueños.

Sin duda que existan innumerables Livia en el mundo, ejemplos de mujeres que confiaron en si mismas, que pusieron a prueba sus capacidades sabiendo que podrían dar más y de esta forma, hacer de sus aspiraciones algo concreto.

Es posible que esta historia inspiracional ubicada a 3550 metros de altura, en la mitad del mundo, pueda revitalizar a otras mujeres que con mayores posibilidades siguen diciendo que no pueden cambiar sus vidas. Para la Livia la excusa, agrava la falta.

*Si deseas saber más de la organización de mujeres tejedoras Texsal, puedes ver la siguiente web www.salinerito.com
Tejedoras de Texsal, Salinas de Guaranda-Ecuador





3 comentarios:

  1. Muy interesante y conmovedora la redaccion, felititaciones. Me gustaria saber si puedo replicarla en el blog: http://artesaniastexal.blogspot.com/ y tambien si seria posible hacer mas perfiles de las otras artesanas de la Texsal!!
    Saludos

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  2. Si claro que puedes y si, me parece buenaidea replicarlo a las demás mujeres de la Texsal...saludos

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  3. Un abrazo, grande Livia, vamos que se puede, vivamos siempre en el mundo de los imposibles :)

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