18 abril 2012

El plan de vida: ¿una herramienta o un obstáculo?



Volcán Chimborazo - Ecuador, más cerca del cielo!
En la mitad del mundo, cercana a la mitad de la vida e iniciando pensamientos que suenan bien durante la mitad del día, lanzo a la mesa de manera estrepitosa una discusión y diálogo interno casi sin tantas respuestas y a la vez inquietantes como es el proyecto de vida.

Existe una frase famosa que dice que “el mapa no es el territorio”, algo así como lo que vemos no es precisamente lo único y real que existe fuera de nosotros, es más, el mapa vendría siendo esa construcción personal de cómo proyectamos el mundo y desde donde lo vivimos. Es así cómo diseñamos lo que deseamos que sea nuestra vida, ya sea hoy, mañana y cuando ya no estemos aquí.

Muchas veces me pregunté qué quería, deseaba hacer algo que me provocara placer, no mucho esfuerzo, donde pudiera fluir, hacer eso que nace sin complejidades desde ese centro inimaginable llamado alma. Algunos definen ese estado y acción como “talento”, o como la vinculación extraordinaria que alcanzamos con Dios.

Diseñar el plan requiere claridad, aunque la pregunte surga de rebote: ¿Y por qué es necesario un plan?, porque un plan no es un acto burocrático sobre lo que se desea que suceda, sino mas bien es algo que se relaciona con la intimidad del ser, en otras palabras, es un acto inspiracional donde proyectamos nuestro tres cuerpos: el pensamiento, lo emocional y el movimiento, conjugados en un instante podría decirse “un ser humano VIVO”.

Esta capacidad de poder proyectar nuestro bienestar para vivir en comunión con el “todo” es donde se encuentra el valor de pensar un proyecto de vida. Sinceramente nunca tendré total certeza de qué es lo mejor o lo que quiero, porque quiero todo, quiero al universo y su rapto para ir con él descubriendo mundos incapaces de ser imaginados por la cabeza humana. En definitiva es lograr comunión, ser comunidad del gran territorio.

Qué hice. No dude en trazar un camino que tuviera entre sus diversidades un “viaje” o lo que defino como el acto más puro de conocer, de alimentarnos de eso jamás visto y por cierto, controlado. Al inicio y como parte del destino, el viaje me trató con ese amor que te hace ver belleza en todo lo nuevo que experimentas. Pero también se encargó de manera radical de hacer que descubriera mi verdad, aquella incómoda e inevitable, pero necesaria.

Y saben? El proyecto de vida puede estar lleno de actividades que se relacionen con la búsqueda del aplauso, del reconocimiento o de un afán obsesivo por hacer del trabajo la vida, instalándolo como una prioridad para el mundo y con ello creernos indispensables. Un juego extraño del ego y de la miseria humana que busca evitar mirarnos y detectar con verdad aquello que es propio y necesario para llevar una vida en abundancia, una vida “real”.

Lo interesante del acto inspiracional además de pensar cuál sería la ruta, es descubrir uno de los mejores hallazgos de mi vida, y es que sino estamos dispuestos a sorprendernos, a que el timón gire y nos lleve por donde desea, es muy difícil vivir y ser feliz.

Hoy día, en este presente, el proyecto tiene una nueva premisa y esta es: No hay diseño sino vivir para que la vida y sus confabulaciones permitan interpretar y satisfacer mi deseo íntimo. Comprendí que caminar solo da muchas posibilidades de movimiento, pero en compañía puede abrir conversaciones y posibilidades que amplían el horizonte de lo que hasta ahora pensábamos posible.

Nadie dice que el viaje ha concluido. Quién sabe a que me dedicaré después de esto o a qué le dedicaré mi tiempo y pasión…y qué importa, si nada de lo que viene es posible saberlo, menos controlarlo. Después de vivir planificando, creo que sin el deseo a la “sorpresa” y al “improvisación”, es mejor no intentar el acto milagroso de “vivir”.

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