12 abril 2012

Un corazón sin sangre no puede latir


Sé que hay días como estos muchas veces a lo largo de la vida. Días en que ocupas el mayor tiempo del mundo en resolver y luego preguntarte ¿por qué siempre me pasa lo mismo?, ¿por qué (mierda) no puedo cambiar la historia?

Cuando se tiene un ser inquieto uno busca y busca calmar ese huracán que no te permite estabilidad o quedarte por un largo tiempo en un espacio y echar raíces, sin temor a la rutina.

Hoy solo cuento con una maleta de ropa, un colchón que en el futuro venderé, ya que no lo podré cargar a donde iré en unos meses más. También cuento con las personas que le han dado sentido a este recorrido y estaríamos.

Y es que soñar es fascinante cuando se está volando en ese devenir, pero hace algunos días me di cuenta que ya llegaba a mis 35 años, si correcto, así es y lo más impresionante de todo es que no me había dado cuenta de aquello, de la rapidez con que se habían concadenado las acciones y el vivir, de lo mucho que quiero hacer sin sentir que en la rapidez sea tarde.

Casi en la mitad del camino puedo reconocer a viva voz lo que no decimos en la soledad más extrema de la noche, cuando nadie nos ve ni escucha, y es que un corazón sin sangre no puede latir, por lo menos el mío está dando sus últimos impulsos en esta forma de vida en medio de un espacio donde la solidaridad, la motivación y el ser humano son lo central del trabajo, del imaginar y el sentir.

Esta realidad algo me dice que debo correr a la par de lo que esta comunidad ecuatoriana necesita, pero la falta de sangre, la falta de preocupación por las cosas que son cruciales para el vivir humano, han afectado el latir de un corazón que en la mitad del mundo duda si podrá vivir en las mismas condiciones.

Sin amor no se puede. Sin personas que acompañen tampoco. Sin espiritualidad menos. Y es que el miedo es una muralla tan bien construida por la mente que llega a ser invisible para los ojos, para el conciente manejado por el inconciente, para los que deseamos que la propia historia cambie.

Ingenuamente pensé que el ir y venir, los viajes y el conocer podrían sanarlo todo, y sí, es posible que así sea, sin embargo existen situaciones que indican que el tesoro ansiado no lo encontramos dando la vuelta al mundo, sino más bien perdonando nuestra vida, lo que no ocurrió y lo que no somos en el estado mas real y puro del ser.

La experiencia me indica que no ha sido un trabajo fácil y rápido, ya que el corazón comienza a suavizar sus latidos, porque es justamente la sangre lo que le falta. Mientras esto ocurre, un líder espiritual me dice que las personas somos absolutas y enteras, capaces de encontrar la paz verdadera en Dios. En mi interior lo creo pero en la práctica no lo logro, pues ciertos sentidos como la visión y el escuchar están averiados por estos días.

Sin duda la misión es ir por sangre, por algo más que una maleta de viaje. Sin duda estoy en la pantomima de instalar un pie en la tierra.

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