19 diciembre 2012

El fin del mundo

“El día del fin del mundo será limpio y ordenado como el cuaderno del mejor alumno”  
Jorge Teillier

A la izquierda átomos - A la derecha el centro de la Vía Láctea 


Comienzo señalando que este artículo sin trascendencia alguna habla del Fin del Mundo ¿Y por qué sin trascendencia? Las siguientes cifras de resultados en Google en torno al tema lo confirman:


1.920.000.000 Inglés (0.38 segundos)
64.300.000 Chino (0.28 segundos)
56.900.000 Árabe (0,43 segundos)
22.800.000 Español (0.21 segundos)
11.900.000 Francés (0.40 segundos)

Más de dos billones de resultados sobre el “Fin del Mundo” encontrados en Google pueden decir muchas cosas. Posiblemente el asunto sea vivir presos del temor forever o ayudar hacer millones y millonarios a quienes vieron del miedo humano un buen negocio o quizás la interpretación del calendario Maya sea cierta y esto se acabe en 5, 4, 3, 2, 1…0 y ¡BOOMMMMMMM!

La pregunta es ¿y qué es lo que se acaba?

Cuando investigamos sobre la naturaleza de todo lo que nos rodea y somos, descubrimos que lo vivo y lo que no parece, está conformado de partículas subatómicas como neutrones, protones, electrones y billonésimas de Xtrones en agitación total.

¿Podríamos imaginar entonces que todo lo existente es una comunidad o integración (o quizás qué) de átomos suspendidos en el Universo bajo el nombre de gato, mesa, pelota, aire o ser humano, etc.? ¿Qué somos en realidad?

Todo está hecho de átomos, tanto lo vivo como lo muerto, todo lo que integra la dimensión que habitamos está vibrando. Si ajustamos la lupa veremos que entre una partícula subatómica y otra no hay “nada”. Es decir, somos un cúmulo de burbujas danzando en la nada con forma de gato, pelota, aire o ser humano. Por lo tanto, cuál es nuestra preocupación si todo acaba.

Hoy estamos más que nunca enfocados en el mundo material, en lo que creemos ver, en lo que filtra nuestra conformación total hecha de poros, axones y neuronas que van ingresando información para luego recrear una realidad mental y post material.

Centrados en nuestro ser “individual” todo lo que nos importa es NO SUFRIR, todo lo que queremos es no llorar, queremos que aquello que nos parece propio siga estando ahí ¿Es el materialismo digerido como verdad, el control y el sentido de propiedad el fondo de esta preocupación por el FIN DEL MUNDO?

Si realmente fuera cierto, ¿estaríamos festinando con el tema? Hay personas que confiesan que una de las mejoras cosas que nos podría pasar es un suceso fuera de proporciones que nos cambiara como humanos de una vez por todas en pro de un mundo mejor.

Retomando la idea de nuestra conformación atómica, es cierto que todo pequeño o gran cambio modifica(rá) constantemente la danza de partículas que constituyen el todo, por lo tanto el  gato, la mesa, la pelota, el aire y el ser humano, seguirán estando después del fin del mundo, pero no como los concebimos. En pocas palabras, la impermanencia es la verdadera constante y el “Fin” una concepción occidental en retirada.

Ahora si ampliamos la idea y damos cabida a la existencia del espíritu en cada uno de nosotros, luego del FIN DEL MUNDO, podremos seguir  “vivos” bajo otro estado y en otra dimensión. Si hay espíritu y si él es el factor común de lo vivo, quiere decir que en esa otra dimensión los privilegios y deferencia ya no existirán, ni menos la muerte ¿Por qué entonces tendríamos miedo?

Para terminar y como una muestra de la soberbia humana, desde que el ser humano aparece como tal, como especie, poca conciencia tuvo para comprender o imaginar que estaba dentro de un “Universo” de grandes dimensiones en relación a él.

Es por ello que uno de las revelaciones que cambian la vida “individual” y por consiguiente, la “comunitaria”, es descubrirnos y vernos genuinamente como diminutas “partes” del todo, entidades atómicas de ese todo, seres con corazón que jamás lograrán controlar y detener la impermanencia de la dimensión que habitamos.

Nuestra relación con lo pequeño siempre es equívoca, sin embargo si soltamos las amarras de nuestra concepción sobre el “ser” de lo vivo, estaremos a milímetros del estado que ofrece la libertad, es más, daríamos un brinco sobrepasando el sentir individual hasta acallar las voces de la mente y unirnos con la totalidad que habitamos.

Por lo tanto si el Fin del Mundo fuera una oportunidad de unión con el todo y de paso, una explicación simple sobre el devenir humano lleno de insatisfacciones y de “malestar” en contraposición al “bienestar”,  creo entonces que deberíamos cambiar su nombre por “Comienzo del Mundo” y ver el 21.12.12 como una puerta abierta hacia la transformación.

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