28 febrero 2013

Salinas, la magia de vivir más cerca del cielo


A fines del mes de julio del año 2011, viajé por casualidad a Salinas de Guaranda junto a una pareja de amigos, ellos me habían comentado que en dicho lugar las personas trabajaban y se colaboraban entre si, que su fuerte era la producción de quesos, luego de haber vivido una pobreza extrema, llena de explotación y sumisión como fue costumbre en la sierra por parte de los hacendados. Esa historia de hace 40 años había sido transformada por la labor de un hombre, un sacerdote salesiano de nacionalidad italiana que llegó para quedarse.

Lo cierto es que en mi calidad de laica de menuda fe y con un recelo ante lo católico y sus colaboradores, pensé “bueno veremos que hay de cierto en todo esto”. (La incredulidad otorga el poder de la observación y el masticar lento de la experiencia, es así como luego desaparece.)

Mientras nos dirigíamos hacia Salinas, entre curva y curva, fue surgiendo un tapiz verde multicolor propio de los cultivos, diseñando así la cubierta de las montañas como quien elige con prolijidad dónde hacer cada cosa para impresionar. Los animales no se hicieron esperar, vacas enormes, novillos de tierno rostro y borregos de un día de nacidos hacían más alentador el viaje. Era la creación que se levantaba ante los ojos preguntando: ¿esta es la vida?

Mientras todo aparece sin pausa, las mujeres con sus botas de caucho, faldas sobre faldas y mantas sobre mantas, van configurando la parte humana de esta obra magnífica de la naturaleza. Los niños de ojos enormes y brillosos de la sierra corren junto o tras un burrito, mientras otros pequeños sólo ven pasar los autos como quien ve algo nuevo desde la perplejidad.

Segunda pregunta: ¿Y qué es el tiempo y la modernidad a esas alturas del mundo?

Corren los minutos entre subidas y bajadas, mientras descubres que la belleza del espacio te convence que la estadía deberá ser por más del tiempo planeado y con ello la aparición de las imponentes peñas, quienes sin humildad te saludan: ¡Bienvenido, has llegado a Salinas!

Sientes la altura, son 3550 metros sobre el nivel del mar que te invitan a una caminata reflexiva y pacífica sobre los andes, es aquí donde la potencia de la naturaleza te plantea una detención para revisar tu vida, es el frío que te despierta en su penetrante acción, son las nubes suspendidas e inquietas que te indican que todo cambia.

En fin. Son las 6 de la mañana, la luz intensa te mandan a caminar para ver desde las alturas cómo se inicia el día en la mitad del planeta. Sin duda hay un brillo inusual que provoca en ti la sensación de ver todo por vez primera.

Mujeres y hombres salineros se han levantado a las 5 AM para ir a las vacas a extraer la leche, sustento familiar que ha permitido educar a incontables jóvenes y niños, siendo fuente de inspiración y esfuerzo comunitario que genera el mejor queso del país y de paso, un buen vivir para todos.

A Salinas no le importa tu pasado, tu profesión o trayecto laboral. Allí estás sin apellidos, sin familia, ni reconocimientos, sin color ni historia, sólo en el estado más genuino y humano que se requiere para trabajar con y para las personas.

A ello se suma el impacto que provoca conocer al líder del pueblo, quien luego se convertirá para mí en el Padre Antonio Polo, hombre de Dios y amigo necesario por los siglos de los siglos, ¡amén!

El trabajo en la comunidad es libre, allí puedes crear, inventar y hacer lo que nunca pensaste. Si jamás fuiste un líder o manejaste grupos humanos, aquí lo aprenderás, si estudiaste ingeniería, te verás contando cuentos a los niños, quizás porque así debía ser. En fin, Salinas es la oportunidad para descubrir el ser humano que vive en ti, con sus defectos constantes y virtudes, estás últimas actuando desde una función piadosa para no desalentarte.

Todo parece estar allí por alguna razón que el paso del tiempo aclarará.  Debes estar dispuesto a vivir la vida intensamente y “con las personas”, abriendo tu espacio para que otros entren desde el saludo matinal hasta para darle una mano a una mamita que junto a sus tres hijos debe llegar a Pambabuela caminando con lluvia y de noche.

Es cierto, ves cosas que te remueven por dentro, muchas veces hasta las lágrimas, te sientes desbordado de felicidad y de tristeza a la vez, viviendo días emocionalmente extremos, de intensidades que hacen caer a pedazos tus creencias y objeciones.

Cuando decides quedarte un tiempo largo, puedes hacer algo más concreto con todo lo que sientes y piensas, pasando de la emoción del momento a la acción pura, razón divina que de manera inteligente te condujo ha dicho pueblo extraviado en las montañas.

Es más, aún recuerdo cuando vivía en la segunda habitación, pasando un pasillo a la izquierda, en la casa del Padre Antonio, era un lugar frío e incluso desde la ventana se divisaba un silencioso cementerio que me recordaba que la muerte está allí, así como la vida que deseas llevar.

Las comunidades de altura y las subtropicales son otra historia humana que transforma. En las alturas te encuentras con Pachancho, Yuraucsha y Natahua, comunidades de personas, de niños, que deben lidiar a más de 4 mil metros de altura con el viento, la lluvia, largas caminatas y viviendas gubernamentales que están lejos de ser la casa indicada para el páramo, pues su piso es de tierra y el zinc un cielo muy fino. Aquí el frío es una promesa cumplida al igual que la dureza de la vida.

El invierno en el subtrópico es también complejo, pareces estar dentro de una nube constante, además del abundante barro, la excesiva humedad y el mal estado de las vías vuelven a reflejar la complejidad de la vida y del vivir.

Sin duda poco conocemos del vivir humano en todas sus formas y espacios en el mundo. Lo importante de la historia es descubrir en cada persona una razón para admirar la condición humana y su capacidad de adaptación, de amor a la tierra, a los animales, de probar que su relación con la pobreza no es miserable, sino más bien es uno quien instala o siente dicho adjetivo.

Es transformador observar realidades, pero mejor aún es fusionarse con ese todo para entender una breve parte del devenir de las personas que despiertan la misión allí latente, pero no manifiesta. De un momento a otro Salinas te revela el camino a seguir, te arroja sin pedirte permiso, sin mediar consecuencias, es un llamado “vienes o no vienes”, es blanco o negro, ¿quieres escuchar tu espíritu o seguir como un cobarde que le teme al dolor?

En el mundo hay cientos de Salinas, lugares que te esperan con total paciencia y humildad, espacios humanos que te hacen sentir, al igual que dos enamorados, que deben estar juntos. Aquí, así como en el amor real, no hay dudas, el corazón se inunda de ganas por entregar.

Llegues bajo la forma que sea, como turista, curioso, voluntario, trotamundo, estudiante, investigador, caminante, joven o viejo, niña o mago, bajo la máscara que sea, de seguro quien llega a Salinas no se va de la misma forma. Tu ser rico en virtudes y buena voluntad saldrá robustecido y tus ansias de hacer de tu vida un acto lleno de sentido te darán la fuerza poderosa para vivirla intensamente y llena de verdad, de libertad y en coherencia con el todo.

Salinas de Guaranda…Dios le pague!

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