11 abril 2013

Mujer Sin Límites

¿Qué es el tiempo? Será un estado mental y de percepción que nos ubica en este espacio. Quién puede saber cuál es la respuesta correcta, por mi parte creo que nos hace transitar en un espacio sin límites, sin fronteras, como un carril que tomamos para viajar por donde sea posible.

Por años y en mi condición de mujer latinoamericana, de procedencia matriarcal con fuertes tintes de machismo, me propuse desde la imaginación soñar con una vida donde fuera feliz sin tiempo. Cansada de ver un producto industrializado de mujer insatisfecha, sufrida, culposa, centrada en el anti-placer y la frustración, me pregunté: ¿Y si probara otra forma de vivir la vida, sin considerar fronteras temporales ni propuestas externas de lo que debe ser una vida femenina?

Como leona enjaulada en un país que jamás sentí propio, me lancé al vacío. Partí a otro país donde no me conocieran y de paso intentar un estilo de vida nuevo. Sin hijos, ni casa, ni compromisos. Unos 33 años y algunos dólares en el bolsillo me confirmaban que nada me podría detener esta vez, solo necesitaba un par de alas para poder planear y conocer el mundo en su blancura de cuaderno nuevo.

Cuando estás en el acto del viajar surgen preguntas que ya te cansaste de responder como quien se defiende en un cuadrilátero de box por la opción tomada, sin embargo esta vez era distinto, ya que estaba dispuesta a llegar al fondo del inconsciente, donde una contestación sincera cesará la natural acción de defensa para devolverte la calma que ofrece el “ser nosotras mismas”.

En el nuevo país las preguntas no se hicieron esperar, la curiosidad es humana y espontánea. Pronto cayeron como cascada: ¿es casada?, ¿tiene hijos?, ¿qué edad tiene?, ¿anda sola?, ¿por qué trabaja en esto si podría ganar dinero? Y lo cierto es que en un instante de debilidad crees que le debes algo a la sociedad, quizás actuar como supuestamente “debe ser” y acto seguido, transformarte en una queja humana producto de una vida alejada del llamado interior.

Y estando en ese dilema, una revelación proveniente de algún lugar del universo me mostró que el tiempo y los límites son creados por la mente, lo cultural y los que gustan del poder social. En ese devenir las almas se van desperdigando por el camino sin comprender la razón de su existencia, sólo saben que respiran y que algún día lo dejarán de hacer, pero no saben que son libres, ¡libres! Las calles están pobladas de mentes y miradas perdidas que se han convencido de no tener alternativa.

Al saber que era libre, se encendió en mi interior una flama que de un solo impulso me dejó en otra galaxia, ¡ja! Decidí hacer de mi vida lo que siempre había soñado, sin dudas, sin miedos, sin tiempo ni límites, tomé la intuición como brújula, el amor como la emoción balsámica para cada día y emprendí el vuelo.

Casualmente las preguntas rutinarias desaparecieron, la tensión del ceño se borró y mi “ser mujer” despertó violentamente con ganas de beberse el mundo, como la sed de un niño al nacer o el hambre de un monje por el espíritu, así comencé a vivir, a vivir full metal rock, no por mandato sino como respuesta a la libertad de vivir sin tiempos sociales ni límites mentales.

Ser madre tiene límites dicen, claro tenemos fecha de vencimiento, pero los niños no tan solo deben ser propios, pues el mundo está lleno de niños rechazados y olvidados, por lo tanto los límites no existen para ser madre, es más, amar a un niño no tiene límites. Encontrar o no con quien compartir la vida es cosa de paciencia, de abrir el pecho, de saber que la vida se teje desde el ensayo y el error. Y evoco el acto del riesgo, del salto al vacío, de vivir sin miedo, de olvidar las garantías, porque eso es justamente lo que no hay.

Sean libres mujeres, no esperen un hecho fantástico que las lleve a la euforia de quien busca una felicidad fugaz y cinematográfica, vivan con realidad, con plena convicción sobre lo que les dice su interior, sigan el camino amarillo, corran por él, hagan de sus vidas una historia preciosa que sane al mundo, el tuyo y el de otros, con honestidad, con agradecimiento, porque lo cierto es que después de dicha revelación, confirmé que la vida es un milagro a cada instante, que no es juego sino algo que aparece para iluminar y animarlo todo, desde ese estado de movimiento la admiro como quien ve la repentina  aparición de un colibrí ecuatoriano.  



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